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ADE HA AR 116 Nuestra alegría. lleza divina de los corazones. Desde aquel encierro nos dirá una voz blanda y amantísima: «Nolite timere pusillus grex. No querais temer porción peque- ñita..... No podeis andar sin tocar la tie- rra. No podeis ser ángeles en carne mor- tal. No temais. No hay que echarse, ni revolcarse; pero tampoco hay que pen- sar en volar, porque sois pollitos sin alas.» Esta frase suavísima de San Fran- cisco de Sales en una de sus cartas," es bastante, ella sola, para alentarnos y alegrarnos en las perplejidades de la conciencia. Hay que resignarse, según las palabras de un asceta, á vivir con un espíritu incurable,” esperando ver en Jesús Sacramentado el Dios de toda con- solación y de todo gozo..... v. No cerremos este capítulo, sin pensar un momento en el misterio del mal..... que siembra de lágrimas la vida. El es- píritu está obligado á luchar para impo- ner su dominio..... El misterio del mal (1) 847 Edic mayor. (2) De Bernieres Souvigni,

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