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112 Nuestra alegría. para el santuario de los gozos; es la abertura por donde llegan también á no- sotros las gotas refrigerantes de la san- gre de Cristo. La alegría de Jesús es la necesidad de mi vida, y no quiso dejarnos desprovis- tos de ella. En la Eucaristía está la fuen: te, vayamos á gustar de fella. Cada mi- rada que desde la Hostia nos dirige, en- vía al alma un nuevo motivo de gozo. El corazón y el amor están llenos de profundos misterios, cuyo desarrollo nos precipita y sepulta muchas veces en hondos abismos de penas. Nada hay más tirano que el amor. Pero el amor sumergido en las fuentes eucarísticas, se transparenta, se purifica y es un océa- no de júbilo y de felicidad. Así se ex- plica la intensa felicidad que experimen- taban los Santos entregados al amor eu- carístico. La condesa de Feria, religiosa franciscana, llamábase esposa del Sacra- mento, porque gustaba en presencia del Señor las dulces emociones y alegrías de una casta esposa en el tálamo nup- cial. ¡Que de buena gana hubiera perma- necido perpétuamente delante del altar donde tenía á su esposo y á su Dios que

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