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CIPÍTILO XIV. Nuestra alegría. El Sacramento de los altares reviste ese caracter especial, engendra alegría en las almas y en medio de los pesares humanos es el mejor remedio para con- solarse. Unos minutos ante la Eucaristía llenan de bondad y de ternura el corazón. Alegraos con gran regocijo y alabad al Señor, gritaba Isaías” alegraos mo- radores de Sión, porque en medio de vosotros está el Grande, el Santo de Is- rael». No hay nación tan gloriosa que tenga tan cerca á sus dioses como está de nosotros nuestro Dios..... La eterni- dad sería corto tiempo para contemplar- le en el misterio eucarístico..... toda ella sería un río de alegrías que brotaría (1) XI.
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