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Capítulo XIII. 105 El mundo es siempre lo mismo, y las al- mas perezosas, tal vez conscientemente y acaso sin quererlo, se ponen de parte de este mundo que se burla de los bue- nos. La pereza en orden á la vida devo- ta inspira en el camino de la defensa las mismas razones de oposición que la im- piedad, solo que la impiedad llega al desprecio de la cosa devota y el perezo- so se escuda con dictámenes hipócritas. Emulamini» era el verbo ardoroso que usaba San Pablo para estimularnos al bien; emulad, toda emulación santa: imprime actividad y destreza y es fuen- te de muchos bienes. «El cristianismo en miniatur1 es la religión de los pere- zOSOS, y plugiese á Dios que no fuese cosa peor.» Y ¿qué razón puede alegarse para justificar la pereza de esas otras almas que si bien no contradicen, antes aplauden el proceder de los fervorosos, sin embargo ellas nunca van á tiempo á cosa alguna? ¡Los quehaceres! Las imperiosas fati- gas y las necesidades de nada absor- ven toda la atención y todo el tiempo. No seré yo quien os niegue el dere- cho á ocuparos en lo que debeis ocupar

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