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Capítulo XI! 97 cho que permanecería en su miseria, hasta que un Dios, haciendo sus veces, descendiese á los infiernos, sustituyén- dole en sus tormentos. Así lo relata Es- quilo, y en ello se retrata bien la histo- ria de la humaeidad y la salvación por Jesucristo, hecho victima por nosotros... La Hostia de los altares está realizando esa obra de expiación y de perdón. Asi dijo San Pablo, que siempre *que recor- dásemos la Eucaristía tuviésemos en cuenta la pasión del Señor «Mortem Do- mini anuntiabitis donec veniam. Aquel Cuerpo Sagrado, que según el lenguaje del Evangélico «pro nostra reconciliatione in ara Crucis hostiam obtulit Deo Patri:» se ofreció al Padre por hostia de recon- ciliación sobre el ara de la cruz, es el mis- mo que está perpetuamenté sobre el ara del altar..... Alli está derramando, to- davía espiritualmente, la sangre redento- ra; «ut redempti a miserabili servitute a peccatis omnibus mundaremur.» 0) Pero todavía hemos de parar la aten- ción, en que este Sacramento Eucaristi- co fué instituido «ut tanti beneficii jugis (1) S. (In opusc. 57.) Vida de amor.—$.

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