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91 Horas de esperanza... «Pero no hay que pensar en-elio, añadía Platón, á no ser que llegue un maestro de la Revelación que posea la virtud de recobrar ese tesoro perdido. Más claro que en sus Politicus habla en su Phaolon, diciendo: Si Dios no envía á su Verbo, jamás encontraremos la na- ve que nos ponga á salvo de tantos pe- ligros. IL El Verbo. fué enviado por el Padre y la nave se construyó, y la esperanza ha llenado de placer todos los corazones. En la nave deliciosa del Corazón de Je- sús, flotando sobre las aguas de caridad, podemos vogar esperanzados de arribar á la Patria felíz. En el inmenso mar de los amores eucarísticos, las naves de los corazones humanos, están seguros bajo la custodia y defensa de la capitana que es el corazón de Cristo Sacramentado. Jesús ha escrito en la proa visible de su nave, estas palabras: «En mí está toda esperanza. El sublime Dante había visto en las puertas del infierno aquel fatídico: «Dejad aquí toda esperanza.»
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