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Y en la segunda: «Somos de opm10n de que, mientras en la Capital per– manezcan los de Cataluña, no hay por qué intentar una fundación allá. En cambio creemos será muy convenien– te dar cuanto antes algunos pasos -con señores obispos benévolos para tratar de fundar en ciudades próximas a la frontera MEJICO-USA». El P. Superior recibió esta indi-ca– ción como un mandato, y muy luego, con fecha 25 de mayo, se puso en comunicación con el señor obispo de Matamoros, Estado de Tamaulipas, en el Golfo de México, ofreciéndole nuestro trabajo. Con fecha 29 de ma– yo el señor obispo contesta: «Por aho– ra puedo ofrecer a V. R. una región de la Diócesis compuesta de cuatro municipios: Buergos, Cruillas, San Nicolás y Méndez. Más o menos unos ocho mil kilómetros cuadrados y unos quince mil habitantes. No hay indí– genas, pero esa región ha estado to talmente abandonada, de manera que sería una especie de misión. Buergos es parroquia, y allí podría estar el centro de actividades y la residencia. No hay buenos medios de comunica– ción... Espero que V. R. me contes– te, indicándome su decisión sobre el particular». El mismo Padre Superior fue a conocer personalmente aquel campo de apostolado, y no volvió nada entu– siasmado. No parecía que eran esas las aspiraciones de la Provincia. Y así se lo comunicó al señor obispo por carta del 29 de junio. 3. En el mismo mes de mayo el P. Superior hizo otra oferta similar al señor Arzobispo de Monterrey, en el E_stado de Nuevo León, quien contes– to el 1 de junio lo siguiente: «Le agra– dezco la buena disposición en que se encuentra de venir a ayudar en esta Arquidiócesis de Monterrey, pero tengo la pena de informarle que ac– tualmente no hay aquí parroquia va– cante ni iglesia disponible para poder acceder a sus deseos». 4. Y así llegamos al 10 de mayo de 1964, en que el P. Provincial Fidel de Pamplona, escribe una carta al Pa– dre Superior, de la que entresacamos: «Ultimamente nos han llegado de Mé– jico varias cartas en las que nos. ofre– cen apoyo para comenzar las funda– ciones allá... Estima el Definitorio Provincial que nuestra obligación de– lante de la Orden está ante todo y <::obre todo en Méjico... Los Obispos de Querétaro y Zacatecas están de– cididos a ayudarnos. Podría ponerse al habla con las Hijas de San Fran– cisco (Diego Becerra, 7, tel. 247952). ¿No podría ir usted o el P. Jerónimo a Méjico, a fin de inspeccionar cómo está ese asunto? ...». Coincidiendo con un viaje a Méxi– co por otros motivos, el P . Superior encomendó esa inspección al P. J eró– nimo, que visitó los lugares y perso– nas indicadas, y en carta del 21 de julio, desde Fort Worth, comuni•có al P. Provincial su informe, que dice así textualmente: «Comienzo por des– cartar toda posibilidad de Fundación en Zacatecas. El señor Obispo me di– jo que actualmente tiene suficiente clero, y él mismo está prestando sacerdotes a otras Diócesis necesita– das. El señor Obispo de Querétaro me recibió -con mucho agrado y me ma– nifestó que la Diócesis está abierta de par en par para nosotros, excluida la ciudad episcopal, saturada ya de Casas Religiosas. Mostró su prefe– rencia de que nos instaláramos en la población de SAN JUSE ITURBIDE, de unos 15.000 habitantes, a unos cua– renta kilómetros de Querétaro. Le hablé de las posibilidades de encomendarnos alguna parroquia, y me ofreció la de CADEREYTA (sic), pueblo de cuatro mil habitantes. Luego de llegar a la capital de México me puse en ·contacto con la Superiora de las Hijas de San Fran– cisco.. . Estas Religiosas tienen una casa en SAN JUAN DEL RIO, pobla– ción también de unos 15.000 habitan– tes, a 170 kilómetros de la ciudad de México y per t enecient e a la Diócesis 21
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