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cirme quién sois y cuál es vuestro nom- bre?” -La bendita Aparición sonrió sin con- testar. Animada por su benevolencia, Bernardita insistió: “oh Señora, ¿queréis tener la bondad de decirme vuestro nom- bre?” Los resplandores de la Aparición aumentaron, como si fuese creciendo su alegría; pero tampoco respondió. Bernar- dita, extasiada ante esta hermosura, re- dobló sus instancias, pronunciando por tercera vez estas palabras: “Señora, ¿que- réis tener la bondad de decirme cuál es vuestro nombre?” A pesar de tantas ¡ns- tancias, la Aparición permanecía silen- ciosa. La niña, como si una inspiración superior la guiara, por cuarta vez dijo: “¡Oh Señora! os lo soplico, ¿queréis te- ner la bondad de decirme quién sois y cómo 08 llamáis?” A esta última suplica, la Aparición desplegó las manos, Suspen- dió del brazo derécho el rosario, abrió los brazos y los inclinó al suelo, como para indicar las bendiciones que derra-

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