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E ii varse con ella y cumpliéndolo fielmente, ; merece que la Virgen fije en ella una mirada benignísima, pagándole así con ereces el esfuerzo, que hizo al cumplir su mandato. Nada costará quizás tanto á E nuestro orgullo, como habernos de humi- E -Jlar á confesar nuestros pecados al mi- nistro de Dios. Mas ¡Oh! Si los pecado- res supiesen la delicias que están escon- ¡Midas en la piscina saludable de la peni- tencia! ciertamente se apresurarían á la- gro en ella y puúrificarse en todas sus culpas; si conociesen el riquísimo don que Jesús les ofrece; si acudiesen á la nvitación que les hace Jesús diciéndo- E Jes: “bebed de esta agua,” se convence- rían de que la alegría y paz interior que ' se halla en el sacramento de la peniten- cia, excede á toda paz y alegría humana, y que los-consuelos que propor ciona, son sobre todo encarecimiento. Haced la prueba, pecadores, y lo experimentaréis, Que sea el principal fruto, que saque-

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