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gión superior, expresaban sentimientos que no son de este mundo. La boca en- tre-abierta, estaba. como petrificada de admiración, sus ojos fijos y bienaventu- rados contemplaban una hermosura di- vina, que ningún otro veía, pero que to- dos presentían, viéndola. por decirlo así, en la reverberación de la cara de la niña. A su lado se hallaba el Dr, Dozous y al verla en esta situación, la observa de- tenidamente, la toma el pulso, y después de un rato exclama: “Nó, esta no es la rigidéz de la catalepsia: aquí no hay ex- citación febril, ni el éxtasis inconsciente de los alucinados; aquí hay un hecho ex- traor dinario completamente para la me- dicina.” En aquel momento, la niña arrodillada dá algunos pasos, y avanzan en esta ac- titud, hácia el interior de la Gruta. La Madre de la misericordia, pareció reco- rrer con mirada triste toda la tierra. Ber- mardita, al verlá llena de dolor. exclama: ¿Qué teneis? ¿Qué es poa hacer?

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