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gen fijó su mirada y detuvo largo rato su vista con complacencia, en la joven que pertenecia á la Congregación de Ma- ria. “La Señora te mira en este momento.” Antonia, así se llamaba la joven, oyó con sumo gozo y como enagenada estas f palabras, y vivió siempre con este re- cuerdo. “Pregúntala si la molestará que ven- gamos á acompañarte.” “Pueden venir contigo, respondió la Santísima Vírgen, no solo ellas sino otras personas; deseo ver aquí mucha gente.” e ORACIÓN PARA ESTE DÍA. ¡Vírgen Santísima de Lourdes! agra- E decido á los innumerables beneficios que por vuestra mediación he recebido, y es- pecialmente al de haber descendido del cielo á la tierra para llamarme, me ofrez* co de nuevo á vuestro servicio, y 0s con- sagro mis potencias y sentidos, prefirien- do mil veces morir antes que ofender á vuestro divino, Hijo, mi Redentor y todo

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