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— 25— hnil favores y gracias soberanas. Pedid iy recibiréis, nos tiene dicho nuestro Di- vino Salvador, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá. No hay cosa que así purifique de igno- tancias el entendimiento y, de afectos desordenados el corazón como la oración, la cual inflama á este con el fuego del divino amor y llena á aquel de divina claridad y luz celestial: es agua de ben- dición, cuyo riego hace reverdecery flo- recer las plantas de los buenos deseos, lava nuestras almas de sus imperfeccio- nes y apaga la sed de las pasiones que ¡tiene el corazón. “Oremos” dijo Bernardita, “y pasemos “el rosario”. Oremos tambien nosotros con ella y seamos constantes en la oración y devoción, pues sólo así podrémos vernos libres de los lazos y asechanzas que con- tinuamente nos está armando nuestro in- fernal enemigo. Oremos sin intermisión, como nos lo aconseja el Apóstol, y ore- ''mos con fervor, porque los tiempos en

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