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que la nieve que se halla en la cima de las próximas colinas, y cefiida con un cinturón azul. “Los piés de tan admirable hermosura descansan en la roca, rozando ligeramente el ramaje de un rosal silvestre, dejando ver sobre cada uno de ellos una rosa de oro. Sus manos cruzadas tenían un rosario, cuyas cuentas de alabastro, engarzadas con cadena de oro, se deslizaban entre sus dedos, guardando, sin embargo, un silencio misterioso. Los ojos de la ex- celsa Señora se habían fijado llenos de benignidad en la niña, que se ha- llaba asombrada, extasiada y como fuera de sí. Aquella hizo la señal de la cruz, y la niña entonces tomando su rosario, empezó á rezarlo, durando la visión ce- lestial hasta que lo terminó; y con- cluido. la celestial Aparición volvió á la eterna morada, de donde había ve- nido, dejando en pos de sí un rayo luminoso, que al poco.ttempo también se desvaneció.
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