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= 4S en tus manos encomiendo mi espi- ritu.» E inclinando suavemente la cabeza sobre el pecho, expiré. jCual seria la impresion de la Virgen Santisima al comprender que su Hijo benditisimo era muer- to! Asi se lo indicaba aquella pati- dez cadavérica de su rostro, aque- llos ojos hundidos, aquella nariz afilada, aquellos labios cardenos, aquella rigidez de todos sus miem- bros. jEstaba muerto! muerto aquel Hijo amadisimo de su corazén, apagados aquellos ojos mas claros que la luz del dia; muda aquella lengua, que hablaba las maravillas del cielo; cerrados aquellos oidos, que atendian todas las miserias de los hombres. j;Ah! entonces daria la Virgen rienda suelta a sus lagrimas y a la pena represada en su cora- zon, Acércate tu también, alma mia, con la Virgen a la cruz de Je- stis, y llora con Ella, llora la muer- te de tu Dios, de tu amado Reden- tor... Aun estuvo Jestis pendiente de

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