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su pecho y l¢ riega con sus lagrimas. jMaria sentada al pié de la Cruz con el cadaver de su Hijo.en los ‘brazos! He ahi un cuadro capaz de conmover 4 las mismas piedras. Mira aquellos ojos _ oscurecidos, aquella boca abierta; contempla aquellas carnes despedazadas, aque- llos huesos descubiertos; le quita la corona de espinas y examina las heridas que han echo en la cabeza; observa aquellas manos y piés agujereados y exclama; jah Hijo mio! y 4 qué estado te ha redu- cido el amor que has tenido 4 los hombres! Pero gqué mal les has hecho, para que asi te hayan mal- trado? jAy! g& dénde iré yo ahora sin ti? Ta eras mi padre, mi her- mano, mi esposo, mi vida y toda mi gloria. Perdiéndote 4 ti, lo he perdido todo en un momento. Ha- bla, Hijo mio, 4 tu Madre; dime una palabra de consuelo. Pero no, . nome hablas, porque estas muerto, {Oh pecado pecado! cémo has pa-

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