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ensangrentado, con una corona de © espinas enclavada en la cabeza y — encorvado bajo el peso de una cruz enorme, que cargaba sobre sus hom- bros. iAy! le mira y apenas le co- noce, porque las heridas y el polvo y los cardenales y la sangre dene- grida habian afeado y desfigurado la hermosura y gallardia de aquel santisimo mancebo. Jests levanté también su rostro y quiténdose de los ojos un cuajarén de sangre que le impedia la vista, miré 4 su afli- gida Madre. ;|Oh mirada de angustia y de dolor, que como acerada saeta traspas6 aquellas dos almas tan her- mosas y tan enamoradas la una de la otra! gQuién es capaz de com- prender la que sufriria la Virgen Santisima en este dolor?..... Pero los soldados daban prisa y Jests tuvo que continusr su camino al Calvario. La Virgen siguié 4 Jests con el corazén traspasado de dolor, como la oveja sigue con tiernos validos al corderillo que llevan al

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