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37 locarse en un lugar por donde ha- bia de pasar su amado Hijo. Oye desde lejos el sonido de las trompe- tas y el ruido de las armas y el tro- pel de la gente y Ja voz del pregone- ro, que 4 grandes voces publicaba la sentencia pronunciada contra Je- sis; ve luego resplandecer 4 los rayos del sol los hierros de las lanzas y alabardas, que asomaban por lo alto, y nota que todo aquel movimiento imponente y amenaza- dor se iba acercando !entamente al lugar en que Ella estaba. A los pocos momentos up doloroso espectéeulo vino 4 ofrecerse ante sus ojos. He ahi, Senora, los clavos, los marti- llos y las sogas, funestos instrumen- tos de la muerte de vuestro Jesus. Pero ;Ab! Madre piadosisima, apar- tad vuestros ojos y no dirijais la vista 4 esas filas de soldados arma- dos.... Pero no, imposible. Ella mira afanosa y llena de ansiedad, y en medio de dos filas de soldados jay! ve & su Hijo Smo. todo herido y
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