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32 ojos y alégrese mi corazon. Y diri- giéndose luego 4 los santos ange- les, les diria con la esposa de los cantares: «Yo os conjuro, (Oh dnge- les santos! que si encontrais 4 mi amado, le notifiqueis que desfallezco de amor. Hay quien dice haber sido este el mayor dolor que sufrié la Virgen Sma. en este mundo, no sdlo por -— que en él sufrié sin Jestis, sino también porque ignorando el moti- vo por que se habia alejado de ella su Divino Hijo, como humildisima que era, temia uo haberle servido como debia, 6 haber incurrido en algtin deseuido, por el eual é) la hubiese dejado. Mas al tercer dia - quiso Dios consolarla, y enderezan- do sus pasos al templo, lo encontré alli, sentado en medio de los doe- tores, admirando 4 todos los pre- sentes por la prudencia y sabiduria que se revelaban en todas sus ori labras. La ’mayor desgracia que puede

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