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los que menos los respetan en cuanto dejan de serles favorables. Mads en lo que a la Aparicién de la Santi- sima Virgen de Lourdes se refiere, aun cuando hubiesen querido —per- severar en seguir su sistema sobre- dicho, de nada les hubiera servido, pues los sucesos se hab{fan verificado de una manera tan prodigiosa, que sin remedio tuvieron que verse hu- millados y confundidos sin recurso de apelacién. Desde el fondo de una roca desier- ta, y anunciado por la voz de una nina, lo sobrenatural se habfa abier- to camino, derribando todos los obstaculos, arrastrando a las muche- dumbres y conquistando a su paso todos los corazones que de buena fe buscaban la verdad. El Sr. Obispo de Tarbes, después de la mds escru- pulosa depuracién de los hechos, -confirmé la verdad de las Apari- -ciones por un decreto de 18 de Enero de 1862. Desde entonces el mundo entero catdélico, ansioso de corres-
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