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mo Bernardita en éxtasis. Yo esta- ba profundamente conmovido; pro- curaba retener el aliento para oir el coloquio entablado entre la Virgen y la nifia, expresando ésta de ordi- nario a la par que un profundo res- peto una inmensa alegria, aunque a veces una nube de tristeza venia a velar momentdneamente su rostro. Durante todo aquel tiempo conser- vaba su rosario en la mano, ora inmé- vil abismada en la contemplacién de aquel ser divino, ora pasdndolo irre- gularmente entre sus dedos, 0 ya to- mando el movimiento ordinario. Hasta aqui el Sr. Estrada. En un momento dado Bernardita se adelant6é andando sobre sus rodi- llas desde el punto donde rezaba; es decir, desde las orillas del Gave has- ta el fondo de la Gruta, que se halla- ba a unos quince metros. Mien- tras subifa aquella pendiente algo escarpada, oy6 de los labios benditf- simos de la Virgen Santisima éstas palabras: Penitencia, penitencia, i 4

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