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39 “‘Penitencia, penitencia, penitencia.”’ Es como el grito amoroso de alarma salido del corazén de una madre, que ve en grave peligro a su amado hijo. Viendo en efecto desde la eterna mo- rada los pecados e iniquidades que continuamente se cometen en el mundo; oprimido su coraz6n, de un lado por las ofensas que se hacen a Dios, y de otro por los castigos a que se hacen. acreedores los hombres; viendo ya la divina diestra levantada ' para descargar el golpe sobre los mi- serables pecadores, se adelanta, baja a la tierra, y nos advierte con solici- tud maternal que hagamos peniten- cia de nuestros pecados, pues sdlo haciéndola muy humilde y dolorosa, podremos vernos libres de los casti- gos que nos amenazan. Tal vez a ninguna otra época se puedan aplicar con mas propiedad que a la presente las palabras del Bautista: ‘‘haced pe- nitencia, porque ya la segur esta puesta a la rafz del drbol, y todo dr- bol que no lleve buen fruto sera cor-
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