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Bernardita por los tribunales y con- mindndola con penas y castigos in- cluso con encerrarla en la cdrcel. A la edad que tenfa la nifia, bien podia creer la impiedad, seguro su triunfo; pero ignoraba lo que es el poder y la gracia de Dios, que se complace en escoger lo mds débil para confundir lo mds fuerte segtin el mundo. Asi es, que a pesar de las prohibiciones que se habfan hecho a la nifia, sin- tiendo ésta una fuerte inspiracién que la llamaba hacia la Gruta, en la ma- fiana del veintitrés de Febrero, se dirigié a ella. Arrodillada, con un cirio en una mano y el rosario en la otra, empezé a rezarlo; cuando al poco tiempo, la multitud advierte la subita transformacién de su rostro. La augusta Soberana del Paraiso de- tuvo sobre la pobre nifia una mirada llena de inexplicable ternura, pare- ciendo amarla mds desde que habia sufrido. Luego la llamé amorosa- mente por su propio nombre:—j Ber- nardita!—Aqui estoy. respond{é la

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