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Gerca del puerto de Cisa, se encuentra la tierra de los fascos, que tienen por ciudad a Bayona, en las costas © del mar, hacia el septentrién. Este pais habla un len- | guaje barbaro, es selvoso, montahoso; carece de pan, | vino y demas alimentos materiales; pero est provisto " de manzanos, garbanzos y leche’’. De los desfiladeros ©» de Roncesvalles dice: ‘‘En este mismo lugar, antes que la Cristiandad se hubiera propagado por todos los 4mbitos de Espaiia, los impios nabarros y los vas- cos, no solamente acostumbraban robar a los peregri- nos de Santiago, sino montarse sobre ellos cual si fue- sen asnos y matarlos’’. Indica la manera de vestir que enian los nabarros: ‘‘ILos nabarros vistense al uso de los eseoceses, de pafios negros y cortos, que bajan so- lamente hasta las rodillas y usan calzado que llaman ‘*“labareas’’, hechas de cuero peludo, esto es, sin cur- -tirr, y las atan con correas alrededor del pie, cubriendo las plantas y dejando desnudas las bases. Usan de unas eapillas negras de lana, largas hasta los codos, en forma de aletas franjeadas, a las que llaman ‘*saias’’. Ellos visten feamente, y feamente comen y beben... Si les vieses comer, les equipararias a los pe- Tros; cuando comen, o a los puercos; y si les oyeras hablar, te acordarias de los perros cuando ladrav, pues hablan un idioma birbaro’’. De sus costumbres ‘dice: ‘‘Esta es gente barbara, sin parecido con las de- » mas en ritos y naturaleza, llena de malicia, de color negro, de aspecto repugnante, perversa, pérfida, des- _ provista de buena fe, corrompida, lujuriosa, borracha, diestra en todo linaje de violencias, feroz y ristica, sin probidad y detestable, impia y cruel, siniestra y ter- ea, careciente de bienes, instruida en toda clase de vi- ¢ios e iniquidades, semejantes a los Getas y Sarrace- ' nos, en todo malignamente enemiga de nuestra nacién - francesa. Por una moneda, el nabarro o el vasco, si pueden, matan a un francés.’’ Reeonoce que son valientes, leales y religiosos. Por él sabemos que los nabarros iban casi siempre con el euerno de guerra y dos o tres dardos en la mano. ‘‘Y cuando entran y salen de casa, silban como el milano; y cuando sin estrépito quieren convocar a sus compa- _ fieros en lugares secretos o solitarios con propésitos de rapifia, o canta como el buho, o ahulla como e] lobo.”’ Muchas de estas noticias las tomé Aymerie de los eentros antivascos, pues hist6éricamente consta de su falsedad. Parece que contribuyé a la antipatia antivaseca de Aymeric el pago de las monedas que con derecho 0 "sin derecho le exigieron al entrar en Nabarra. ‘“‘En - esta tierra hay malos alcabaleros. Estos son dignos de yituperio. Salen al encuentro de los peregrinos con dos o tres dardos, cobr4ndoles injustamente, y si al- f guno de los transeuntes se niega a pagar lo que le | exigen, hiérenle con los dardos, le quitan los dineros, denéstanle y hasta le exigen los femorales. Son fero- ces, y la tierra en que habitan es también feroz, sil- vestre y barbara. La ferocidad de sus rostros y su barbaro Jenguaje infunden terror a los que les miran. No debiendo cobrar licitamente-el tributo sino a los mereaderes, se lo cobran injustamente a los peregri- nos y a todos los viandantes. La costumbre es cobrar por una sola cosa cualquiera, cuatro o seis monedas; pero ellos toman ocho, esto el doble.’’ Aymeri¢ Picaud escribié en el siglo XII. . ANOTACIONES (1) Siguen favoreciendo esta nefasta divisién de los vas- cos los que, consciente o inconscientemente, sostienne la nomenclatura oficial espafiola de “Provincias Vascongadas y Navarra”. (2) En Jos tiempos antiguos y modernos son responsahles de la pérdida del euskera las clases altas e influyentes de Euskadi. (3) Todos los grandes historiadores modernos, catélicos e incrédulos, estan conformes en afirmar el papel giviliza- dor que los Monasterios desempefiaron en la Edad Media. Los Monjes conservaron los tesoros literarios de los anti- guos. G. Kurth, en su obra citada, y el conde de Montalen- berg en: “Los Monjes de Occidente”, resumen brillantemen- , te cudnto debe la civilizacién a los monasterios. (4) San Benito de Nursia (490-542), es el Fundador de la Orden Benedictina, a la que tanto debe Buropa. ‘Los in- numerables monasterios difundidos en ella fueron los civi- lizadores de los Pueblos Barbaros. El principal monasterio, fundado por San Benito, es el de Monte Cassino ,en Italia (529). t (5) El Monacato, muy decafido en el siglo IX por efecto de sus muchas riquezas y la frecuencia de Abades que no eran monjes, se mejoré gracias al Duque Guillermo de Aqui- tania y al Abad Bernén, que fundaron el Monasterio de (Cluny (910), en Borgofia. De este monasterio saliéd una re- forma general del Monacato. ; (6) Las riquezas excesivas trajeron la decadencia de los Cluniacenses. El Abad Roberto de Malesme establecié un monasterio reformado en Cistercium (Citeaux). El principal propulsor de la Orden fué San Bernardo de Claraval, el cual puede pasar por su fundador. Se distinguieron los Cisten- eienses por sus trabajos en la conversién de los pafses del Norte de Europa. ; <7) Actualmente habitan en 61 los Religiosos de las Es- cuelas Pfas. : ; (8) El estilo arquitecténico del ‘Cister se diferenciaba mu- cho del de Cluny. Suprimfa en sus constrncciones severidad austera la Orden de San Bernardo, que habia condenado con enérgicos tonos la profusién de adornos y relieves de esta- tuaria y galas cluniacenses, pugnante eon la rigidez que en opinién de los monies del Cister debfa caracterizar al tem- plo cristiano. A la primera de esas Ordenes, denominada Cis- terciense, se opone la de San Benito o Cluniacense, origina- ria de Borgofia, ambas, con las contiendas artisticas de los llamados “monjes blancos y negros” ejercieron un podero- 'sisimo influjo en la orqueologia, imprimiendo los del Cister o Bernardos, con su parsimonia en la escultura ,un tipiceo aspecto de sefiorial elegancia en la severidad de sus lineas de construccién, como puede verse todavia en los monaste- rios de Iranzu y Fitero y en la sala Capitular de La Oliva; al par que Leire nos presenta en si mismo los contrastes y antagonismos de ambas escuelas, delatando las alternatl- ‘was permanencias de ambas 6rdenes mondsticas en ése, el mas venerable de los cenobios pirinaicos”. (J. Altadill: Geo- graf. del P. V. -N.; t. 19, p. 691). (9) Es un heeho curioso de la Edad Media la afluencia de Peregrinos del centro de Europa al sepulcro del Apéstol Santiago en Compostela. Este culto comenzé en el siglo IX; los franmceses empezaron sus peregrinaciones hacia el si- glo X. El camino que llevaban los peregrinos pasaba por Na- barra, donde atin se ven ruinas de hospederias; casi todas dependian de algin monasterio u Orden Militar. De los do- cumentos antiguos que se conservan en Nabarra se deduce que Jos nabarros no molestaban a los peregrinos; sdlo so

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