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= 9B do le contest6: «Sefior, tienes palabras. de vida eterna»; con el mismo ardor que San Pedro cuando protesté su ad- hesién diciéndole: «Iré contigo a la muerte». Siendo adolescente, acercébase a recibir el divino pan eucaristico con tal fervor, pureza y recogimiento, que semejaba un Angel. Y llegando a ser sacerdote, ofrecfa el Santo Sacrificio del Altar con tal reverencia, que parecfa un trasunto del mismo Jesucristo. Ba- fidbanse en lagrimas sus ojos, mien- tras su inocente alma se sentia abra- sada de ardores propios de los serafines. ;Qué coloquios tan encendi- dos con Jestis, cuando Io tenfa en sus manos! Quisiera yo imitar aquelia fe, aquel amor y aquellos vivos y ardorosos afectos de tan gran santo. Pero jqué lejos he estado de ello! jCudnta indi- ferencia he sentido siempre ante este sacramento de amor! jCudntos dias, sabiendo que Jestis estaba solo en el templo, me he entretenido en diversio- nes mundanas o en dsuntos frivolos! Y sin embargo Jestis es el sér que

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