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coreen quien desprecia a la Iglesia y a sus Ministros, desprecia a Jesucristo. No hay santo que no haya amado con entusiasmo a la Iglesia catdélica. Sien- do la continuadora de la misién del Salvador, es Ella nuestro camino, nuestra verdad, nuestra gufa. Es Arca sagrada en la que debemos refugiar- nos si queremos salvarnos,- como se refugid Noé en el Arca que Dios le mand6 construir concreténdole todas las medidas. San Antonio fué uno de los Santos que mas trabaj6 por persuadir a los fieles el amor a la Iglesia; y de los que m4s se esforz6 por atraer hacia su seno a los herejes que de ella se habfan separado. Su amor y_ venera- cién al Vicario de Jesucristo eran no- torios para todos los que le trataban y escuchaban. Su celo por la pureza de vida de los Prelados y Sacerdotes era extraordinario. Predicaba con fre- cuencia acerca de las prerrogativas de la Iglesia: unidad, santidad, catolicidad y apostolicidad; asf como acerca de la infalibilidad de la Iglesia docente. (Meditese y pidase la gracia que se desea).

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