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Sie el triduo de Carnaval para predicar en la misma Catedral, y la Cuaresma en el pueblo de Murchante, diciéndome al mismo tiem- po que bien estrecha cuenta tendria que dar a Dios Nuestro Sefior - por haber predicado hasta entonces tan poco. Yo le dije que nin- guna cuenta tendria que dar a Dios Nuestro. Sefior, porque nunca _ me habia negado a predicar, Cuando termindé el plazo de mi inte-— : _rinidad en aquel convento, sélo Dios sabe cuanto me rogé para : obtener mi ,consentimiento, para conseguir él mi resistencia de- © finitiva en aquel convento, pero como yo amaba tanto el. euzkera y tenia en proyecto la publicacién de una serie de folletos de poe- _ sias vascas, y pata imprimirlos, ete., me convenfa mucho més residir donde estaba de familia conventual, esto es, en Fuenterra- bia, no pude acceder a sus deseos. Llegué a Fuenterrabia, - y. antes de veinte dias, raced del Guardian, P. Gabriel de San Sebastian, a su despacho. Alguien _ereerA que para felicitarme por mi labor en Tudela. Mas j para eso. estaba él!, era para decirme que en Tudela habia fracasado ruido- a samente, y que el Guardian de Tudela, el P., Alfonso de Morentin, a pesar de su buena voluntad, no tuvo mas remedio que deshacerse- de mi; y que si & me postergaba en todo y para todo, no era por ~ su mala voluntad, sino por mi notoria incapacidad, _ Ante la frescura de aquella criatuta, si no. me indigné fué por- que con el tiempo uno se acostumbra hasta a sufrir. Le dije que si queria enterarse, como debia enterarse antes de ponerse a ha-_ blar de aquella manera, que le escribiera al P. Guardian de Tudela. Mas para eso. estaba él. Hace muy ‘pocos meses, por “noviembre de 1931, estaba de despedida, para ir a las misiones de Ultramar, el citado P. Alfonso. de Morentin: Varios Padres a la vez le despedimos con el fraternal abrazo de despedida. Cuando me Ilegé a m{,el turno del abrazo, me dijo a ver por qué no predicaba més. Y cuando yo le narré el cuento de mi ruidoso fracaso en Tudela, contado por el P. Guardian de Fuenterrabia, en aquel tiempo P. Gabriel de San: Sebastian,s asombro y extrafieza no tuvieron limites. Testigos de este episodio. fueron varios Padres( de la comunidad, el P. Pedro de Renteria entre ellos. Otros muchos: hechos parecidos los omito por no alargarme de- masiado en este fastidioso asunto. ‘ ¢Y habran sido tan desastrosos mis discursos? Yo creo que si hubieran ‘sido tan malos como decfan ellos, no hubieran tenido. necesidad de acudir a medios tan ruines para inutilizarme. Algunos.

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