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XXI vi ICONOGRAFIA DEL TXISTULARI No cabe dudar de que la flauta recta con tres agujeros, acompa- ñada por un tamborcito, ha sido el instrumento músico principal, con que el pueblo vasco ha acompañado sus danzas desde tiempo inmemo- rial hasta nuestros días. Vamos a hacer un pequeño estudio de los distintos documentos históricos, que son las esculturas de nuestros monumentos antiguos, representando al flautista popular vasco o txistulari. ¿Desde cuándo han usado los vascos esta flauta y tamboril para guiar sus danzas? Con el nombre de xulubita, txilibitu, txirula y con el ahora generalizado de txistu se le encuentra en todo el territorio de la Vasconia actual. La flauta recta con tres agujeros aparece desde la antigiledad en las principales civilizaciones de Asiria, Babilonia, Egipto, Grecia; es técnicamente igual al txistu de los vascos, aunque haya diferencias ac- cidentales en sus tamaños y ornamentación. ¿Podríamos hacer conjeturas sobre la anterioridad del txistu a sus similares, que aparecen en los bajorrelieves de las tumbas de la cuarta y quinta dinastía asiria, 2.700 años a. C., y a algunas de las cuarenta y cinco flautas halladas en las tumbas egipcias, 2.500 a 1.000 a. C., 04 la flauta recta de Grecia, cuya invención atribuye el mito a la Diosa Palas y al sátiro Marsías? Hay un documento prehistórico de valor inapreciable, que nos de- muestra la singular primogenitura del txistu vasco sobre toda otra flauta y aún instrumento músico de la humanidad. Se trata del descubrimiento importantísimo debido al sabio ar- queólogo de la Universidad de Strasbourg, Mr. Passemard. Examinando la cuenca del río Errobi (Nive), hijo del Pirineo navarro por los tres torrentes que lo forman, Beherobia, Lauribar y Arnegui, dió con el más importante yacimiento prehistórico de Vasconia. A doce kilómetros, sudoeste de Azparren, en el pueblecito llamado Isturitz, de la sexta Merindad de Navarra, hoy Benabarra francesa, en una colina llamada Gaztelu, hay una cueva paleolítica cavada por un arroyo, que hoy corre cincuenta metros más bajo que la cueva, después de atravesar la colina con un rodeo. Entre la serie de descubrimientos interesantísimos de la industria ósea, que honra al arte de aquellos viejísimos antepasados vascos, en- contró el Profesor Passemard un gordo hueso de ave un poco corvo agujereado en una de las caras por tres orificios, hechos a distancias proporcionadas, y que, según el descubridor, no pueden tener otro ob- jeto que producir sonidos. Deseraciadamente está roto desde encima del orificio superior y no se ha descubierto el trozo que falta para estudiar la forma de la embocadura.

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