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12 los tiempos en que S. Francisco predicaba con el ejemplo y la pala- bra el reino de Dios. En efecto, quiso él ante todo, que en sus Terciarios resplan- deciese por modo especial la caridad fraterna, creadora de concordia y de paz. Y así, comprendiendo que este es el precepto pecultar de Jesucristo y el compendio de toda la ley cristiana, enderezó todo su empeño a infundirlo en las almas de sus discípulos; con lo cual consiguió que la Orden Tercera fuese altamente beneficiosa para la so- ciedad, El seráfico ardor de caridad de quese hallaba inflamado San Francisco, no podía estar encerrado en su corazón; tuvo nece- sidad de expansionarse y comunicarse a todos. Por eso, habiendo empezado por reformar la vida privada de sus discípulos encami- nándolos a la virtud, como si otro fin no se propusiera, pensó que no debía parar aquí, sino servirse de esa reforma individual como medio para infundir en la sociedad un soplo de cristianismo y ganar a todos los hombres para Cristo. El deseo que animó a San Fran- cisco a hacer de los Terciarios otros tantos he- raldos y apóstoles de la paz en medio de lus ásperas contiendas y discordias civiles de su tiem- po, fué también nuestro deseo cuando casi todo el mundo ardía en horrorosa guerra; y lo es aún hoy, ya que no se ha extinguido to- talmente el incendio que todavía humea en algunas partes y en otras sigue despidiendo llamaradas. Añádase a este mal, la lucha interna que agita a las naciones (engendrada por el prolongado ol- vido y desprecio de los principios cristianos) y que se traduce en el encarnizamiento con que las diversas clases sociales se disputan los bienes terrenos, hasta el punto de temérse una catástrofe uni- versal. Por eso en este campo tan inmenso, en que Nós, como re- presentante del Rey Pacífico, hemos prodigado con todo anhelo nuestros cuidados, deseamos que contribuyan con todos sus esfuer- zos todos los hijos de la paz, pero principalmente los Hermanos Terciarios, los cuales podrán ayudar con admirable eficacia a la obra de concordia y reconciliación, si aumenta en todas partes su número y a la vez crece su celo. Deseamos que no haya ciudad, ni villa, ni aldea queno cuente con gran número de Terciarios los cuales, no contentos cen solo el nombre, trabajen activamente

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