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ser eterna. Por eso aceptaron este lema, tan fá- cilmente las almas. Por eso tan rápidamente se propagó. Por eso despertó tan fervorosos entusiasmos. ¡Todo era poco para tal Don! Faltaba un monumento de corazones, y vi- nieron los «Jueves» a levantarlo con este primer lema: ¡Conmemoración agradecida! El segundo tiene asimismo actualidad. Qui- zás más; porque si al primero se le da el amor, al segundo se le da ¡el dolor! Y el dolor no tiene espera. ] ¡Reparar el mal se impone! He aquí el segundo lema de nuestra bandera: ¡REPARACION! La humanidad no puede prescindir de este ideal. ¡Es inevitable! El paraíso perdido; la sangre de Abel; la Torre de Babel; Sodoma... trajeron el diluvio, la confusión de lenguas, el fuego del cielo... ¡Pagar era preciso; y tales deudas se sal- dan... expiando o reparando. La expiación es siempre dura; como la justicia. La reparación es dulce, como la misericordia. ¡Aprendamos como pecadores! El hombre expía... sufriendo; y repara... amando. El que sufre... sin amor, no repara. Aun teniendo fe y amor, no puede el hom- bre reparar un mal infinito. Y ved ya la gran actualidad de nuestra «Re- paración ... amorosa»; es decir: que el amor en- cendido en la conmemoración de la mañana del

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