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q. A AAAA A l | | | ! | y bl A a A el Jueves, el gran día de la humanidad y día del amor divino...» Ya mi Sagrario se alegra... Ya no es... tan calvario; algo... sí, porque la «turbamultua» no se acerca; antes bien blasfema de su Dios; pero aquellas pocas almas de amor que en el primer calvario siguieron a Jesús, ya van viniendo a los Sagrarios abandonados; ¡ya han venido al mio! Ya, Señor, termina la so- ledad de tu prisión. Ya cada Jueves recibis los más tiernos afectos de unas pocas almas que os consuelan en esa prisión de amor. Ya Jesús vie- ne radiante a nuestros corazones y se renuevan las alegrías del pozo de Jacob entre El y las nuevas samaritanas, que le prometen ser mensajeras de su amor. Ya el «amor será amado». ¡Un alma!, pedía la Hojita... y aquí está... con otras almas... de aquellas... que siguieron a Jesús. Esta es la Obra de los Jueves, y esta su gran labor: buscar esas buenas almas para Sagrarios Calvarios, y convertirlos en «Cenáculos». Un alma... para cada pueblo... ¿no habrá? ¡Qué Jesús no “esté solo! ¡Qué sea conocido a y amado el Don divino! Dichosa el alma que acepta este encargo; que armada de la insignia de la Santa Cena, con- memora y repara. ¡Por algo se empieza! Y esta labor no que- dará estéril. Grandes triunfos siguen siempre a la fe de los humildes. Esa alma no estará mucho tiempo sola. Es

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