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ds a / De estas personas se forman los «coros vo- lantes», que no tienen fijación de iglesia, sino que van recorriendo en alas del entusiasmo y del celo, aquellos lugares desiertos, donde, estando el Se- ñor Sacramentado, carece de amigos y comulgan- tes. El poder ir en compañía de otros presta aliciente y es hermoso verlas, peregrinar lejos de su habitual iglesia por dar ese contento a Nuestro Señor, en el día del «Jueves de su elección». ¡Cuántos arrabales y capillas deterioradas y sucias han visto pasar por ellas a estos sublimes coros! Y no se contentan con realizar allí su' con- memoración fervorosamente; sino que encariñados con el lugar, ellos se cuidan, muchas veces, de lim- piar la capilla y los sobremanteles, y acaban por establecer para cada Jueves una pequeña fiesta eucarística, bañando aquellas iglesias desiertas y tristes, de un fulgor de alegría. ¡Cuánto tiene que agradecerles Jesús! Pero, ¿acaso su misma fe, el amor con que realizan este apostolado no es un galardón anticipado? Tiene, en fin, otro aspecto la Obra de los Jue- ves, cuya exposición sintética lo veremos ahora. VI. — «NUEVO ASPECTO» El nuevo aspecto que descubrimos en la her- mosa Obra de los Jueves, se reduce al apoyo que prestan a todo aquello que supone vida sacramen- tal y vida eminentemente parroquial. No sin motivo dice un apartado de su re- glamento, que es obra «eminentemente parroquial». ¿Quiénes son los encargados de arreglar el

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