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=D La V. O. T., claro se ve, tiene que desarrollar en la tierra una acción social constante, eficacísima, saliendo de su retiro, como Aquiles de su tienda, lanzán- dose al estudio de la lucha con abnegación, con fe y con decisión. Acaso por eso dijo el sapientísimo Pontífice, todo confiado en que vosotros habíais de se» cundar su ideal, gue su plan de reformación social era la V. O. T. de San Fran eisco. Quien conceptúe, pues, á esa venerable institución únicamente como una mera asociación de personas devotas, que hacen ciertos rezos, comulgan en ciertos días y practican ciertas penitencias; quien no haya visto en esa institu ción algo que rebase las fronteras del hogar y del templo y las lindes de la conciencia individual, no ha llegado con su mirada á la entraña del pensamien- to de San Francisco, de aquel hombre que como un sol iluminó con sus obras el mundo (1) ese tal no ha sabido sorprender en el genio creador de aquel hombre providencial la primordial razón que le movió á instituír en medio de la sociedad esa orden eminentemente social y eminentemente restauradora. Es preciso no confundir la naturaleza de esta orden con la naturaleza de otras creaciones piadosas. El articulado de su reglamentación, la finalidad de sus tendencias pacificadoras y el vigor de su organismo la distinguen de todas aquellas instituciones que, aunque le sean similares, no pueden ser sus iguales ni en su origen, ni en su desarrollo natural, ni en su histórico desenvolvimiento. La V. O. T., desde el punto de vista en que la debemos colocar, es una ins titución que encarna en las almas la idea religiosa y la pone después en la vida pú- blica como medio de restauración social, Por eso, ya que la acción masónica tiende á descristianizar oponiendo Eblis (diablo) 4 Adonai (Dios) y con todo empeño pro aris et focis trata de inocular en la sociedad el virus anticristiano, quería León X1II que esta orden fundada por inspiración del cielo y renovada y res- taurada divine sapientiza consilio ad civilis el religioso societatis salutem, para la sa- lud de la sociedad civil y religiosa como decía el V. Vianev! fuese la contra-ma- sonería. La situación que ocupan sus miembros en medio del Estado; la participa- ción que muchos de ellos pueden tener en la dirección de la cosa pública; el ejemplo constante que ofrecen á los malos; los recursos de que pueden contar, todo está diciendo que la acción social de los terciarios puede llegar á ser im. portantísima cual lo ha demostrado la historia en diversas épocas, como en aquella de Federico II á quien su secretario escribía que eran reducidos casi á la nada, en sus luchas contra la Santa Sede, por la fuerza unida de religiosos y terciarios. Mas para esto requiérese fe y valor; requiérese prestar á la causa del bien tanto interés como los impíos prestan á la causa del mal. Los políticos, faltos de fe y de ideales, comprometidos con los lazos de asuntos internacionales; empeñados en hacerse mutua guerra por intereses de partido, por subir y medrar, sólo sirven para ejercicios pirotécnicos en el parla- mento; allí lucen las galas de su elocuencia haciendo frases de espuma y tor- neos de literatura; sus ideas son flores de un jardín que á la mañana lozanean y á la tarde se secan; su palabra, florescencia de una hora que luego se agosta. (1) Solis instar universum orbem fovit (León X111).

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