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Dan Az vanguardia de las otras corporaciones de su índole y ha merecido fijaran en ella su atención católicos y protestantes, habiéndose escrito en su encomio obras de universal renombre y de loa general; porque no lo ignoráis vosotros, y es que nadie lo puede ya ignorar, que la Y. O. T. de San Francisco, de ocho centurias á esta parte, ha sido la legión de los Macabeos de la Nueva Ley en todas las luchas político-religiosas y en todos los acontecimientos culminantes, cuya tra- bazón y urdimbre forma la historia medioeval en su última parte y la historia moderña por entero; y ya á principios del pasado siglo, un hombre que fué lla- mado el rayo de la guerra, que ha sido tal vez el mayor estadista conocido y que tenía en sus manos las riendas de las naciones sometidas á su mando, decía fijándose en un cuadro de S. Francisco de Asís: « Ese hombre pobre, con su sola cuerda, ha ejercido en el mundo más influencia que los mayores capitanes con su espada» (1). La cuerda de S. Francisco era el lazo del cielo con que unía á las familias, á los pueblos y á los reinos en la doble fraternidad del amor y de la fe. Con la fraternidad de la fe salvó la doctrina, y con la fraternidad del amor conservó la moral. No sin motivo, pues, decía León XIII en su Encíclica Auspicato: Nos hemos tenido siempre interés particular por la V. O. T. de S. Francisco; y santa- mente orgulloso de pertenecer á esa nobilísima familia, añadía: Vos in familiam franciscanam abscriptos esse gloriamur. Nos gloriamos de pertenecer á la familia franciscana. No sin razón una y otra vez recomendaba al celo de los obispos y de los pá- rrocos el instituto de la Orden Tercera de Penitencia (2). No sin causa declaró públicamente que abrigaba grandes esperanzas en la acción social y religiosa de dicha institución; y yo, señores, me siento movido á preguntaros, me siento impulsado á exigir de vosotros me digáis, e» 714 basaba León X71IT esas sus es- peranzas y cuál sea la manera de secundar en la vida real dos altísimos pensa- mientos de nuestro Hermano mayor acerca de la misión providencial y elevadi- sima de la V. O. T. No me propongo hacer un estudio sobre este tema, ni siquie- ra pretendo me resulte un discurso de lo que os voy á decir. No trato de otra cosa en las circunstancias en que he subido á este lugar, sino de tocar con mi palabra las fibras de vuestro corazón y despertar al entusiasmo, los dormidos áni- mos, puesto que ya es hora de estar alerta frente al enemigo que por todas partes nos sitia estableciendo el bloc antirreligioso, en contra de los intereses de la Iglesia y de la sociedad. Antes de empezar el desarrollo de esas ideas, etc., et- cétera. Ave María. I La condición de los tiempos Para entender todo el alcance de las palabras de León XIII y de sus espe- ranzas sobre la V. O. T., debemos parar mientes en la condición de los tiem- pos que hemos alcanzado. El carácter de nuestra época es seguramente de (1) Este dicho algunos lo atribuyen á Napoleón IT. (a) Recordamos las Letras del XX Diciembre de 1871 y del 1877, dadas en Perusa.

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