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No sé qué ambiente respiro yo en estos momentos; ni qué aires llegan á be- sar mi frente; no sé qué linaje de ruido escucho en vuestros campamentos. ¡Oh! ¿Será que estáis avocados á un combate? ¿Será que Dios os llama á nueva bata- lla? ¡Pues á pelear! á pelear, terciarios amadísimos y hermanos queridos. Tomad la gallarda actitud de los soldados de Jesucristo. ¿Sabéis cuál? Aquella que una voz más elocuente que la mía significaba al decir: «¡Católicos, soldados de Cristo, lanzáos á la pelea, de rodillas para orar, de pie para combatir!» Es necesario hacer respetar la fe, es necesario que se reconozcan los derechos de la verdad, que nadie los pueda ignorar, que nadie los pueda im- pedir. Católicos bilbaínos: aún está absorto el mundo, aún permanece estática Es- paña cuando recuerda el relato de aquella gloriosa jornada del 11 de Octubre pasado. Yo no estaba aquí, yo estaba lejos de aquí, pero me acuerdo que enton. ces, al conocer vuestro heroísmo, al fijarme en mi patria, me enorgullecí de ser vizcaíno y bendije el amor y la fe de mis paisanos. Es necesario trabajar para que á la fe no se la encierre en un círculo de hierro por la fuerza. Es preciso que el que tenga la dicha de creer pueda decir públicamente su credo; es pre- ciso que el que adora á Cristo pueda rendirle públicamente esta adoración, sin que nadie se le oponga, sin que de manera alguna se pueda eso impedir, Voy á terminar, porque me véis rendido; pero á vosotros que os hierve la san green las venas cuando os hacen un insulto, á vosotros que os sale fuego de la cara al recibir una injuria, ¿no os mueve á ira, no os quema la sangre en el co- razón, el ver lo que pasa en vuestro derredor? ¿No os sublevan las injurias y blasfemias que oís á cada paso y en cada lengua contra Dios y contra la Madre de Dios y contra lo más santo y sagrado que hay después de Dios? ¡Oh! ese es uno de los resultados más terribles de la acción masónica. Sata- nás, el príncipe de ese mundo de ocultistas, ha traido á la tierra ese infernal lenguaje. ¿Quién no ve íntimamente relacionado la propagación de las blasfemias _contra la Hostia Santa y contra la Virgen Pura con aquella secta de filiación masónica que tiene por título las Misas negras? Terciarios amadísimos, católi- cos creyentes, ¿vosotros nada podéis contra la propaganda impía de los cori- feos de esas logias? ¿Nada podéis contra el crimen execrable de la blasfemia que supone un horrible rebajamiento de fe y de sentido moral? ¡Oh! No podréis seguramente poner en vigor las leyes severísimas del Fuero Fuzgo y de las Partidas contra las blasfemias; no podréis sofocar en cada gar- ganta un insulto á Dios, á la Hostia Santa y ála Virgen María; pero podéis con- trarrestar con la propaganda esa influencia de las logias; podéis cada vez que oís una blasfemia hacer un acto de reparación; podéis atronar los aires con alabanzas dirigidas á Dios y á María Santísima, en desagravio de tanto ultraje; podéis contra los públicos blasfemos hacer una pública protestación de vuestra fe; podéis demostrar al mundo que para blasfemar no se requiere más que haber perdido la fe y haber perdido la vergienza; que el valor y el sacrificio están de parte de los que creen; podéis marchar en nutridas peregrinacio- nes alabando á Dios y á María Santísima á los santuarios de su devoción aun- que os cueste trabajo, aunque os cueste fatigas, por desagraviar á Dios, por honrar la Religión y dar expansión á la fe. Ese es vuestro deber en estos tristes

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