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1 — los hijos del sacrificio por amor. ¡Oh! ¿Cómo no trabajar por el triunfo de Jesu- cristo representado por los segundos? ¿cómo no batallar por destruír la obra de Lucifer defendida por los primeros?..... Porque, no lo olvidéis, hermanos míos; el espíritu que anima á los maso- nes de hoy es el mismo que animó á Palsmerston, á PP.” á Pike. Los Lemi y Nathan de ahora son los Prohudony Carducci de onces. Í 3 están actua mente convirtiendo á la Europa en una prolongación 08 reino del infierno. Pues bien, terciarios amadísimos y queridos hermanos; si el espíritu de sec tarismo y de execrable impiedad; si el odio á la verdad y al deber perdura entre los enemigos de Jesucristo para perpetuar la guerra contra la Iglesia; si la ma- sonería transmite de unos á otros y alienta en todos sus corifeos la enemiga en contra derlo santo y de lo verdadero, como una idiosincrasia terrible, tambiéa debe transmitirse en vosotros, de unos á otros, el celo y valeroso empuje de los hijos de la luz y del amor; debe perpetuarse entre vosotros el celo por la fe y por las obras restauradoras del bien; debe connaturalizarse, digámoslo así, -en el seno de la familia terciaria el entusiasmo por las grandes causas del cristia- nismo. En la masonería surgen del abismo las tempestades que hacen retem- blar las columnas de la sociedad; en la V. O. T. deben nacer al calor del cielo las grandes iniciativas reconquistadoras de un reino nuevo, del reino de la paz y de la concordia, formado por la justicia y la caridad. En la masonería se fra gian.las negras conspiraciones que arrancan quejidos de dolor á las institucio nes seculares que levantó la Iglesia; en la V. O. T. deben meditarse las obras mantenedoras de la fe y de la moral, cimientos del bienestar público. Acordáos de aquellos antepasados vuestros que merecieron tantas loas y fueron apellida dos por Gregorio IX Macabeos de la Nueva Ley. Acordaos de las cruzadas san- tas en que Luis de Francia hizo prodigios de fe y de abnegación. Vuestros fueron los triunfos alcanzados en el siglo xn contra Federico 1l, y á vosotros se debe que su secretario tuviera que exclamar fatigado y vencido: Vos ferme ad nihil reductó sumus. Recobrad aquel entusiasmo, el pergite coram Domino * ad pugnam; lanzáos en nombre de Dios á la batalla; que puedan decir los que han leído la historia que sois dignos continuadores de la obra y del celo de aquellos terciarios que merecieron el dictado de soldados de Fesucristo y el de vanguardia de la [glesiz. 111 Qué se debe hacer ¿Que qué haréis para esto? Sentir vehementemente. Porque D'Alembert sintió dentro de sí el espíritu masónico, proyectó aquella Enciclopedia, vasta concepción que condensaba toda la filosofía y toda la literatura naturalista y atea como medio de matar en las almas la fe. Con esa obra D'Alembert abaste- ció de armas á todos los que deseaban pelear contra Jesucristo; ese es el arse- nal á donde van los impíos en busca de razones aparentes para rebatir las ense ñanzas de la lglesia. Esa obra preparó en Francia la horrible hecatombe de la
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