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cantaron el Gernikako Arbola, inició los discursos el señor Presidente doc- tor Jorge A. Echayde, diciendo: La Euskal Echea, nacida hace apenas tres lustros, llena la nobilísima misión que se impuso de hacer el bien por el bien mismo, amparando al anciano y educando al niño, para estrechar así los vínculos de la familia eúskara. Su desarrollo creciente y rápido es la consecuen- cia propia y necesaria de la decisión de cuantos la concibieron infundiéndole sus alientos hasta verla er- guida y vigorosa después de haber acometido la ta- rea sin treguas, cada vez más animados y resueltos en llegar a la consecución de sus generosos propó- sitos. Entre los esclarecidos autores de esta obra ocupaba un lugar prominente don Martín Errecaborde, verda- dero “gizón” y exponente de nuestra raza, que, al en- tregarle los ardores de su fe, de su amor y de sus más puros entusiasmos, para que perduren en esta tierra las condiciones enaltecedoras de los hijos de su es- tirpe, parecía como si descansara de sus fatigas ince- santes para adquirir mayores bríos. De esa talla fué nuestro primer presidente efectivo y honorario. Durante el breve tiempo en que cultivé relaciones con Errecaborde, me fué fácil valorar sus altas condi- ciones de carácter y apreciar al propio tiempo el acendrado cariño que sentía por todo cuanto de grande pueda tener este suelo, así como la preocupación cons- tante que le dominaba de ver cumplidos sus deseos en el sentido de que esta institución proporcione al país hombres cultos y útiles, capaces de bastarse a sí mis- mos en el desempeño de todas las actividades que con- tribuyan a perdurar aquella indiscutida reputación de que justamente goza el basko donde quiera que vaya. Y Euskal Echea, movida por un solo impulso de reconocimiento, viere hoy a tributar el más sincero
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