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Es Pero respondamos con un solo razonamiento á todo el cúmulo de objeciones que de buena ¿ó mala fe suelen hacerse contra la Bula. O es ca- tólico el que así habla, ó no lo es. En el segundo caso, nada tenemos que contestar, porque no prestará oído á nuestras observaciones. ¿Es ca- tólico? Esto es lo más incomprensible, que lleve tan honroso título quien, á sabiendas y exprofe- $0, escarnece y conculca las disposiciones de la Iglesia. Si alguno, llevado de un ferviente espíritu de penitencia, rehusa tomar de carne en días de ayuno ó de mera abstinencia, merece nuestros plácemes; porque de este modo guarda la aspe- reza y mortificación que nuestros antepasados observaron hasta el año de 1778, en que se con- cedió por vez primera el privilegio del Indulto Cuadragesimal al rey católico Carlos III. Empe- ro si otros fieles no gustan de tanto rigor, ó les faltan las fuerzas para sobrellevarlo, lícito es suavizar un tantico sus ayunos, valiéndose de la Bula: nadie tiene derecho á censurar su modo de proceder; is qui manducat, non manducan—- lem non spernat; et qui non manducat, mandu- cantem non judicet: el que usa estos alimentos, advierte el Apóstol, no desprecie al que se abs- tiene de tomarlos; y quien no come carne, no se meta á juzgar al que de ella se alimenta. Concluyamos, pues, que esta crítica y animad- versión no cabe sino en ánimos ruines y hosti- les á la religión, ó en católicos de solo nombre, católicos modernistas, de los cuales dice nuestro amantísimo Padre Pío X (1) que están «impreg- (1) Encíclica Pascendi dominici, 8 septiembre 1907.

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