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NO PODRAS HACER TU ALGO POR ESOS MISIONEROS, cuya labor admiras, cuyo viaje de cuatro y seis meses de penalidades te espanta, y cuya estancia en la misién te atemoriza? Tu coraz6n generoso para las obras de caridad, tu deseo de que to- dos lleguen a conocer la Luz de la Verdad, te presentan de continuo una duda que te aqueja. por creerte alejado del problema misional. El Testamento de Jesucristo de que prediquemos su evangelio a toda criatura no ha sido aceptado en tu interior, y la palabra de San Juan Cri- sdstomo «que nunca ha podido convencerse de que uno pueda salvarse, sin que haya trabajado por la conversién de sus hermanos», son palabras que penetran en tu conciencia, y te obligan a preguntar: QUE PUEDO HACER YO POR LAS MISIONES? PODRE YO, CONTRIBUIR A EXTENDER EL REINO DE CRISTO?

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