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DE TERCIARIOS PRANCISCANOS 11 ama sobrenaturalmente no da solo una limosna, da todo lo que es y puede, da su ser, da su vida. Erréneamente escribié Buglé (1) que lo que mas falta hace al cristiano es la nocién de derecho, y que cien fanegas de caridad no constituyen un grano de sentimiento juridico. A esto pudiera replicarse: ni con cien millones de fanegas de justicia se llegarfa a solucionar una cuestién social, si faltaré la caridad. La justicia sin caridad no seria virtud cristiana; seria una virtud léica, insu- ficiente, estéril, quiza perjudicial. La justicia tiene limites. Y con frecuencia nos vemos imposibilitados de lle- gar hasta ellos porque sus imperativos ceden ante los de otras virtudes o ante las circunstancias. Un esclavo llamado Onésimo huy6 del domicilio de su amo Filemén. San Pablo, después de bautizar al fugitivo, lo envfa a su amo; pero no invoca los principios de jusficia para obligar a este a darle libertad, sdlo in- voca la caridad suplicdndole lo trate benignamente. Rara vez la Iglesia invocé los principios ae la justicia para conseguir la extincién de la esclavitud. Aun- que tenia dereché a invocarlos, no podia. La extincién raépida de la esclavitud estaba vedada por la prudencia y por la necesidad de mantener el orden social y la vida de los pueblos. En cambio la caridad no tiene limites: Amaos. dijo Jesucristo, como yo os he amado. Y Jestis nos am6 infinitamente, nos dié su vida. De ahf su eficacia. La justicia se concreta a dar lo que debe; la caridad da lo que debe y todo lo que puede dar. La justicia necesita la ayuda de la caridad. Hay miserias y desgracias que no pueden ser remediadas sino por la caridad. Esta hermosa virtud es la que movi6 a Jesucristo a salvar al mundo. La ci- vilizaci6n de la Humanidad es obra de la caridad més que de la justicia. La ca- ridad movi6 a los Apéstoles, Misioneros y Héroes del cristianismo a propagar los salvadores principios del Evangelio. La caridad es la reina de las virtudes. No hay precepto més explicitamente repetido en el Evangelio que este. El objeto de la caridad es objeto divino: Lo gue hagais por uno de estos necesitados, por mi lo hacéis, dijo Jesucristo. Y quiso que la caridad sea,el dis- tintivo de sus discipulos. Y el Apéstol San Pablo dijo: Qui diligit proximum, oe implevit (Rom. 15.) De ninguna virtud se han hecho elogios tan cumpli- os. Renunciar los derechos propios en favor del préjimo es maés noble y més delicado que reivindicarlos. Una entidad que se propone reivindicar derechos por medio de la justicia, puede extralimitarse y caer facilmente en el escollo de la injusticia. Por el contrario, una entidad que tiene por mévil y por fin la cari- dad, no puede extralimitarse en ella, pues es la tinica virtud que no necesita ser regulada por la prudencia. La Orden de Redencién de cautivos demuestra més delicadeza de sentimientos, mas heroismo, més civilizacién y més grandeza de alma que una entidad de obreros organizados para la resistencia. San Francisco de Asis demuestra mds amor a la humanidad, més delicade- za de sentimientos y mas grado de civilizaci6n cuando se arrodilla ante los le- prosos, que el que se Jevanta ante un grupo de sindicalistas gritando: jEsta es nuestra hora, reclamemos nuestros derechos! Por eso San Francisco que no se olvid6 de los prjncipios de la justicia, dic- t6 para los Terciarios documentos de caridad, tanto mas fecundos en la practi - ca cuanto mas concisos en la expresién: (2) Art.,, Revue Bleue,,, 1 Jul. 1905.
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