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has bapuchinas Terciarias de la $da. Familia. « ÉK———_— n_n ——— —————— Desde que San Francisco, Serafín humanado, ciñó su cordón a la angelical Clara de Asís, joya preciada de la Iglesia, multitudes incontables de inocentes doncellas se han acogido al Jardín Seráfico como a refugio de su pureza, bien para entregarse calladamente a la unión mística con el Esposo de las Vírgenes, bien para difundir el aroma de su caridad, como rosas que se deshojan en herói- ca inmolación por el prójimo. Cada siglo que pasa déjanos más exuberante y más fecundo el místico jardín franciscano con nuevas organizaciones. Es una de ellas la Congregación de Ca- puchinas Terciarias de la Sda. Familia. A la sombra de la Virgen. Los principios de esta Congregación son muy semejantes a los de la Orden Franciscana. En el santuario de la Virgen de Montiel (Prov. de Valencia) como si fuera otra Porciúncula, reuniéronse algunas jovencitas, cuyos anhelos de per- fección pudieran compararse con los de los primeros compañeros de San Fran- cisco. Era por tos años de 1879. El Padre Ambrosio de Benaguacil, capuchino aus- tero y misionero ferviente, que ni en tiempo de la exclaustración había abando- nado su hábito, dirigía con sus consejos uquella pequeña grey desde el Conven- to de La Magdalena. Al morir el Padre Ambrosio por los años de 1881, encomendó la dirección de aquellas jóvenes u«scetas al Padre Luis de Masamagrell, hoy Prelado de la Igle- sia, en quien había visto extraordinarias prendas de virtud y talento. Qué espíritu supo inspirar el Padre Luis a la pequeña grey a él confiada, lo demuestran dos hechos que son la piedra de toque del heroismo: la asistencia a los apestados y las misiones entre infieles. Víctimas de la Caridad. En el año 1885 apareció en las Provincias de España el más terrible azote que puede afligir a un pueblo: el cólera morbo. Sabido es el terror que causó la peste. En aldeas pequeñas las defunciones registrábanse cada día por docenas. La población de Masamagrell no fué una excepción. El Ayuntamiento acudió a los Capuchinos de La Magdalena en demanda de enfermeros. El mismo Muni- cipio se acordó de las jóvenes ermitañas de Montiel, ya célebres por su virtud, y se dirigió al Padre Luis, solicitando la coop>ración de sus fervientes Hijas es- pirituales. A una simple propuesta de su Director, trasladáronse cinco de ellas a la re- ferida villa, entregándose día y noche a la asistencia de enfermos. Antes de un mes cuatro de ellas murieron víctimas de la caridad. El Instituto de Capuchinas Terciarias recibió, por decirlo así, su bautismo de sangre. (1) Publicado en «Verdad y Caridad» en los meses Enero y Febrero de 192%,

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