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dominado por el hervor del amor divino que en su pecho ardía, pide para los pecadores, poniendo por intercesora a la Madre de la misericordia y Mediane- ra de todas las gracias, una indulsencia plenaria que se agne con sólo visitar, confesado y contrito, la Capilla donde se hallaban. «Mucho pides, Fran- cisco, contéstale el Señor; pero con todo, por los ruegos de mi Madre, accedo gustoso a tu súplica: ve a presentarte'a mi Vicario para que te confirme mi gracia» (1). En efecto: toma Francisco por compañero a Pray Masseo de Marignaho, y encamínase al rayar el alba a Perusa. Postrado delante del Pontífice, Honorio TIL, dió a éste noticia de la embajada que llevaba. Ante la inusitada petición mostróse renuente el Papa; mas, a vueltas de aleunos reparos, obede- ciendo al interior impulso de la eracia. hubo de ceder finalmente, y así, dijo: «Me place, me place, me place otorgar lo que deseas». Ratificada estaba la concesión; pero intervinieron en este punto los Cardenales, oponiendo diversas consideraciones a la actitud del Soberano Pontífice, merced a lo cual. si bien lá gracia fué perpetua en definitiva, mas quedó con la ceñida limitación a un solo día en cada año., Restaba determinar ese día y proceder a la promulgación de la notabilísima y nunca oída in- dulgencia. 1) Reparen bien ciertos espíritus, que San Francisco no pidió la gracia ni Jesucristo la concedió más que para la Capilla de la Porciúncula. Todas las iylesias que andando el tiempo han sido enriquecidas con el gran privilegio, comenzando por las francisca nas en 1480 (dos siglos y medio después de la emocionante escena de Nuestra Señora de los Angeles), lo han obtenido por verdaderas concesiones y pura gracia de los Soberanos Pontífices, no exis: tiendo otra diferencia entre ellas, sino la relativa a las fechas de los respectivos otorgamientos y al carácterede temporales o perpe tuas con que han sido alcanzadas,

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