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l!a triste Nació en un pueblo cualquiera. Un pueblo más de esta geografía ende– moniada de España. Un pueblo con ca– lles ciegas y sin nombre, aunque ten– gan el nombre del Sol, del Espino o de la Fuente. Juan nació en la calle del Espino, lo digo aunque no tenga ninguna impor– tancia. Como en todos los pueblos había una Iglesia. Una Iglesia pequeña, os– cura, húmeda, fría. Una iglesia con unos viejos bancos de roble, con unas arañas de cristal barato, con un reta– blo de mucha hojarasca y muchos án– geles mofletudos y tristes. Corno en todos los pueblos había una plaza, la plaza del pueblo. En la plaza estaba la •casona•·. Una casa enorme, de piedra tallada, negra. Una •casona• con escudo de piedra, también negra. Un escudo con un poco de historia y mucha amargura. Un es– cudo sin sol, con yedra y muchas pe– nas. Como en todos los pueblos había barro. mucho barro. Y en el verano polvo, mucho polvo. Y una fuente con poca agua y mucho chismorreo. Y unas esquinas oscuras, con muchos besos y muchas traiciones. Y un nogal con poco fruto y muchas travesuras. Y unas tapias con pocas rosas y mucho ma– torral. · Como en todos los pueblos había una taberna. No se puede vivir sin vino y sin conversación. liistoria de JUAN DAMIAN IRIBARREN Un pueblo con hombres y mujeres, niños y enamorados. Un pueblo con mucha historia y poco pan . Mucho tra• bajo y mucha amargura. Mucha hon• radez y poca justicia. * * A Juan le conocí cuando tenía po• cos años. Quizás no hubiera cumplido los doce. Ahora tiene por encima de cuarenta. Por aquellas fechas tenía un cuerpo de niño, pelo castaño, revuelto y tu· pido. Ahora lo tiene escaso y cortado al rape. Entonces tenía unos ojos can– sados. hundidos. Hoy tiene los ojos que tienen muchos hombres ... unos ojos sin esperanza. Juan trabajaba en– tonces · a brincos, como su perro. Hoy casi no camina, se arrastra... le arras– tran, le tiran. Hoy muere y maldice, que es peor que trabajar y peor que morir de veras. Entonces llevaba unos pantalones de pana negra y una chaquetilla raída. Hoy lleva unos pantalones de tergal y una corbata roja. Hoy lleva calceti– nes de algodón y zapatos de relucien– te cuero negro, como las piedras de la casona. Hoy no vive en la calle del Espino. Hoy vive en un gran piso de una Gran Avenida y en una gran ciudad. * * Juan no viv10 nunca en su pueblo. Vivir para un niño es abrirse a la ( '). vida paso a paso y sonrisa a sonrisa. Es hacerse el corazón con gusto a regazo. Recoger el tufillo de la escue– la y alegrarse con el fulgor de las prl· meras letras, jovial amanecida. . Vivir para un niño es correr por el campo y perseguir los pájaros. Jugar a cucas y al escondite, embarrarse en la fuen– te y comer el pan y el chocolate bajo el nogal de la plaza. Contemplar los ojos del Niño Dios o el Cristo del Viernes Santo. Vivir para un niño es soñar.. . Juan nunca vivió en el pue– blo. Juan no soñó jamás. Juan creció en el pueblo como crecen los terne• ros o medran los olivos. * * Su padre era un hombre cosido a las piedras. a la tierra, a las mulas y al granero del amo, el señor de la casona. Un hombre amarrado al frío y al sol, al polvo y a la lluvia. Un hombre nacido para amanecer siempre en penas y en trabajos. Uh hombre condenado a hacer hijos los veranos y los inviernos. Hijos del frío o del cansancio. Pero su padre era un hombre hon– rado y bueno como son buenos los manzanos y honrados los perros de los rebaños. Su madre como una cepa viva, acos– tumbrada a dar uvas y destilar-el vino. Estaba acostumbrada a dormir los hi- jos en los brazos y a velar las noches ,~~ • 63 r . - .. ' '

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