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una parroquia de Bilbao. Asistí y confesé a algún enfermo y algunas horas, pocas, de confesonario. La labor principal fue mis conversaciones con los compañeros de traba– jo y algunos vecinos. En Bilbao con un grupo de amigos entre los que intimé y me escribo con un comunista que ha tenido y tíene importancia en el partido español. Aparte de esto los contactos con la juventud que iba a casa, casi todos ellos de la JOC. Igualmente con algunos seminaristas que trabajaban aprovechando las vacaciones y a los que procuraba orientar en su vida de trabajo y espi– ritual. De esto muy poco, pues el que dirigía las reuniones era el sacerdote obrero con el que vivía. Frutos Naturalmente que en el corto tiempo de tres meses no se puede pedir mucho. Pude comprobar al final de mi estancia -precisamente por la lle– gada de una nueva brigada de trabajadores- que la blasfemia había dis– minuído mucho entre mis compañeros. Dato interesante puede ser el que yo nunca les corregí en público su mala costumbre y eran ellos mismos los que se corregían cuando insistían en la blasfemia. Disminuyeron sus prejuicios sobre la Iglesia y los sacerdotes, por lo menos comprendían, al parecer, que no todo es malo. Aumentó su confianza y abrían su intimidad y confesaban sus malos pasos. En público era como una especie de fanfarronería, pero en la intimi– dad confesaban sus extravíos. En más de una dificultad acudieron a mí para pedir consejo y ayuda. Ordinariamente no buscaban ni querían la ayuda económica. Dato también curioso e interesante es el que casi todos ellos recordaban y yo insistía en ello, su niñez y las costumbres piadosas de sus pueblos. Solamente encontré entre mis compañeros de trabajo uno que tuviera bastante formación y un buen lote de cultura. Era un socialista y se confe– saba ateo. Sigo escribiéndome con él y creo que le he hecho bastante bien. No es poco hacerle descubrir que el cristianismo tiene una doctrina social mejor que el socialismo. Cosas que he aprendido Se puede decir que he aprendido todo lo que sé de la vida obrera. Llevo diez años en el ministerio obrero. Todo lo que hasta ahora había leído, estudiado, oído y visto en mi vida de ministerio lo he comprobado y con creces en mí vida de trabajo, pero con una dimensión y una fuerza que da la experiencia, el sufrimiento y que no sólo comprueba sino que descubre una vida de la que no se tiene ni idea con sólo oír, ver o estudiar. He visto su incultura. He comprobado su miseria de todo tipo. He expe– rimentado la pobreza y a mí me sobraba y a ellos les falta para vivir decen– temente. He aguantado las injusticias y malos tratos. He sufrido al ver su ignorancia religiosa y he visto la grandeza de su corazón, su humanidad. No olvidaré nunca la ayuda que me prestaron para enseñarme a manejar el compresor, la pala etc. Las veces que me quitaron el pico de las manos para hacerme el trabajo difícil -eso al principio, cuando llegué y se dieron cuenta de que no podía realizarlo como ellos- el trago de vino, el cigarri– llo,. etc. 207
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