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PRÓLOGO Las composiciones de esta colección DANTZA-SOÑU, que sirven para el «baile suelto» usado en Na- varra, son de tres clases: Fandango, arin-arin y biribilketa. El fandango y el arin-arin no parecen ser de uso muy antiguo en Navarra. Son una forma coreográ- fica, que se diferencia mucho de las que por sus melodías, ritmos y actitudes constituyen la verdadera y noble manera de danzar tradicional del país. Siempre la mujer ha recibido el homenaje admirativo y respetuoso del hombre; nunca en las viejas dan- zas se ha agitado, saltando y girando con rapidez y los brazos en alto, como tratando de superar a su pareja individual. Sin embargo, es una forma coreográfica limpia y muy graciosa, que hay que fomentar. La palabra fandango, que no es navarra, significa una de las más antiguas danzas españolas muy común en la región andaluza, desde donde se extendió a las comarcas de Levante. Dice el tratadista Foz que lo mismo el fandango que la jota son legítimos descendientes del canario y gitano antiguo. Podemos asegurar que el fandango del Baile de la Era, de Estella, es uno de los modelos clásicos con sus coplas características, aun cuando la última tiene una braveza y brío peculiar de las tierras muy soleadas de Navarra. Los fandangos de la Montaña navarra y de otras regiones vascas ni por su melodía ni por su tonalidad se asemejan al típico, aunque coinciden en el ritmo ternario. El arin-arin (muy ligero) llamado también bizkaiko (de Vizcaya) poru-salda y zakurdantza (caldo de puerro y baile del perro) es una danza por parejas, de ritmo binario, rapidísima y vertical, que se suele tocar alternando con el fandango. Es difícil determinar su procedencia melódica y rítmica, que tampoco parecen proceder de las danzas auténticamente navarras. No tiene carácter musical del sur y sí alguna concomitancia con lo asturiano. Sin embargo, sus cuatro nombres son vascos, y se tocó en Navarra en todo el siglo XIX. La biribilketa, que significa marcha circulante, es el nombre que ha prevalecido para indicar las mar- chas callejeras navarras en compás de seis por ocho, llamadas también karrikasoñu (música para recorrer las calles saltando) y kale-jira o corre-calles. Son tan propias de los chistus como de las gaitas de Navarra. Es música alegre y saltarina. Los títulos de las piezas de esta colección no indican su carácter, sino que sirven para distinguirlas unas de otras. Son nombres comarcales, como Ultzama, Larráun, Elizondo o calificativos como Errexa (fácil), Aska (libre), Legun (suave) o interjecciones y gritos, como Aintza (¡gloria!), Ene (¡ay de mí!), ¡Uy!, Miau. La última pieza titulada Argi-dantza (baile de la luz) está hecha en el típico aire de zortziko (de ocho), ritmo ternario irregular de cinco corcheas en cada compás, dividido así: corchea-negra-negra. Tenía el autor terminada esta colección desde principios del año 1936. Viña del Mar, CHILE, 1957

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