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* * ee aes Santiago, uno de los. apéstoles mas amados de Jesu- CriBios, habia) corrido el suelo ‘ibérico, predicando la fe , sin haber conseguido extirpar la idolatria, odido ofrecer & Dios mis trofeos-de sus sudo- res, ‘que unos pocos disefpulos que le acompahaban. Aqui oraba él con estas primicias de su predicacion ; desconso- labale la perspectiva de un pueblo tan célebre ya por sus acciones herdicas contra fenicios, cartagineses y ro- manos, pero tan pertinaz en sus idolatrias; lloraba y ora- ba, lamenténdose de tanta tenacidad como habia encon- trado para conservar las supersticiones, y de no haber lo- grado formar sino siete discfpulos; de sus dos ojos fija- dos en el cielo brotaban dos arroyos: de lagrimas, al con- .siderar que se retiraba de Espana sin haberla converti- do. Pero he ah{, que en aquel momento ve que venia por los aires un grupo celestial rodeado de resplandores ; po- co 4 poco va este acercandose, derramando mpudales de con= suelo en su corazon y luces suavisimas en su alma: ve= nia una Sefiora hermosisima, sentada en trono de gloria compuesto de blancas nubes de rosa y de arrebol, y sos- tenido por miles de angeles: reconocidla el Apdstol, co- mo que cien veces habia hablado con ella, y otras tantas habia besado con humilde y santo acatamiento sus manos sacratisimas. ; Oh qué gozo tan soberano 6 indescripti- ble se apodera de su alma! ;qué placer tan inefable sien- te en su pecho! La que venia, era la Virgen Maria, que fun vivia en la tierra; era la Madre de su maestro, quien acercindose al discfpulo que oraba, le dirigid este razonamiento dulefsimo y arrobador: «, por qué lloras, hi- jo mio? ,por qué te desconsuelas? Esta tierra sera toda | _cristiana, sin que quede en ella un solo vestigio de su- persticion; sus moradores han de amar 4 mi Hijo con fer- vor, y & mf con un cariio singular; la herejia no cor- rompera sus almas y Ja fe de mi Hijo se conservaré pu- ra en este pueblo y en esta ciudad hasta la consumacion de los siglos. Y en testimonio de ello, y como prenda de mi amor hacia Hspafia, ahi te dejo esa preciosa co— lumna y sobre ella mi efigie que traen mis dngeles, pa-