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: « denotan esas gigantescas basflicas que matizan ‘como ch - rones de ord las llanuras del mundo, los cerros, los mon- tes, los valles, las cindades, las villas y las soledades? {Qué nos dicen 4 nosotros que las tenemos 4 millares? Nos dicen que nuestros padres eran verdaderos amantes de Jesucristo y de su Madre, pues no perdonaron 4 tiem- ‘po, 4 fatigas y 4 capitales, para levantar alcdzares 4 los reyes que mandaban en sus corazones y reinaban en ellos Nos dicen més todavia: nos dicen que esos templos son propiedad de Cristo, pues se los dieron nuestros padres con voluntad plena é irrevocable, y porque Cristo’ vive en ellos, y allf impera, y allf gobierna, como rey: enme- dio de su pueblo. ‘Ast llamé Jacob el paraje donde levanté un altar al Sefior, diciendo: Esta piedra que dejo erigida en mo- numento, llamarse ha casa de Dios (1). Pero, no queremos mas pruebas que lo que acontece, ahora mis- mo en este sagrado recinto. Porque, bien lo sabeis: bien sabeis que, asf como en el reino de Cristo hay un mo- . harea que es él, tambien hay una reina que es su Madre; apénas hay un solo santuario elevado en honor del Hijo, que no sea 4 la vez un monumento de gloria y honor eri- gido & su Madre: el rey y la reina del reino de Cristo andan 4 la par en los corazones de los fieles; y si se | me permite, diré lo que siento y es que, en punto 4 cora- zones y afectos, parece que estos se van con mas Viveza y expansion hacia la reina, que hacia el rey. ZQuién po- ‘dra ponderar el amor que los fieles tienen 4 la Madre de Dios? ¢ Quién ‘puede contar los templos que s¢ le han le- vant has y los tesoros que se le han consagrado? No es posible enumerarlos ; pero os diré, que no se ha dedicado uno al rey, sin que lo haya sido tambien 4 su Madre; y os diré ademas, que aunque pudiera verificarse que hubie- se dos para la Madre y uno para el Hijo, aun tendria es- te mucha complacencia. De dénde ha salido tanta gran- ~() Gén. cap. 28. v. 22. Fo

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