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¥ ree 19 a3 la paz, que, como dice el Apésiol (1), es fruto del Es- piritu Santo, pero no riquezas, ni tesoros; y sin embar- go, 4 los pocos dias, y tan pronto como el mismo Espi- ritu Santo bajé sobre ellos, y los hombres le abrieron su corazon, recibieron junto con la caridad divina el don de la generosidad, para deshacerse de sus riquezas y pose- siones, y entregirselas todas 4 los apéstoles (2). Viése enténces renovado el especticulo admirable que presencié Moises en las alturas del Sinaf, cuando noti- ficé al pueblo, que era voluntad de Dios que toda la mu- chedumbre hiciese presentes al Sefior, para construir el tabernaculo, labrar los vasos sagrados, y las vestiduras del Pontifice y los sacerdotes. Todos, dice el historiador sagrado, ofrecieron con dnimo pronto y corazon devoto lo mas precioso que tenian, desprendiéndose las mujeres de pendientes, brazaletes, sortijas, gargantillas y broches de oro; los principes de piedras preciosas, de granates, de esmeraldas, de rubfes y-topacios, y los ricos, de telas de ptirpura, de jacinto y de cendales (3). Pero se nota en-. tre aquel y este espectaculo la diferencia inmensa, que hay entre la ley antigua dada 4 siervos, y la del amor dada 4 hijos: en aquella precedié el mandato 4 la pia- dosa generosidad del pueblo; en esta no. Aqui la libe- ralidad se manifiesta por sf misma con una espontanei— dad, que nace 4 un mismo tiempo de todos los corazo- nes, y tiene por principio el amor, siendo este el medio extrinseco de manifestarle, y teniendo por fin el corres- ponderlo. Esta generosidad giadosa proviene de una con- viccion fntima y profunda, que existe en cada corazon; esta conviccion dice as{: Cristo se did dy st mismo, para librarnos de este presente siglo malvado (4): Cris- to se ofrecié en sacrificio por lo mucho que nos ama; pues ofrezcimonos todos 4 él por amor, y démosle en Gal. cap. 5. v. 22. Act. cap. 4. v. 34. 35. Exod. cap. 35. v. 24. y siguient. Galat. cap. 1. v. 4. mC ieee?
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