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Teac RN ANCE TOMEI SBE AIS * ee 18 da; pero este amor tiene sus exigencias; y la primera es, que sea correspondido en proporcion respectiva por el objeto amado; y la exigencia es tanto més imperiosa, cuanto més gratuito y. ménos debido es el amor por par- te del rey, y cuando el fin que este se propone en pe- dir amor por amor, no es, ni su propia gloria, ni su di- cha y felicidad, sino la de los que le aman: pues quie- re que lo amen para elevarlos 4 la dignidad de principes, para coronarlos en su reino eterno. He aqui en dos palabras el gran mévil de todas las grandezas que existen y existirfén en el reino de Cristo _ en la tierra; dice el rey: De tal manera amé Dios al mundo, que did d su Hijo Unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna ‘(1); dicen los vasallos: en esto se demuestra la caridad de Dios hdcia nosotros: no que nosotros hayamos ama- do d Dios, sino que: él nos ha amado primero, y envio su Hijo en propiciacion por nuestros pecados (2). Pues amemos nosotros d Dios, porque Dios nos ha amado prv- mero (3). Aqui esté el secreto, aqui la fortaleza, aquf la perennidad de esta misma fortaleza, el amor de los hom- bres por parte de Dios, el amor de Dios por parte de los hombres ; el amor del rey y de la reina 4 sus herma- nos,4 sus hijos; el amor de los hermanos y de los hi- jos 4 su rey y 4 su Madre. éQuién puéde apreciar dignamenie la fuerza de estas relaciones de amor? ,Quién fenumerar sus resultados? Si, cuando Jesucristo subié 4 los cielos, alguno, que no hu® biera sido el mismo Cristo, hubiese dicho 4 sus apés- toles, que de alli 4 diez dias, iban 4 tener 4 su dispo- sicion los tesoros de Jerusalen, apénas lo hubieran po- dido creer. Al separarse de ellos su divino maestro, por todo bien les dejé la paz, la paz que él mismo tenia (4; _ (4) Jo. cap. 3. % 16. (2) 4.° Jo. cap. 4. v. 9. 40. (3) Id. ibid. y. 49. ii} Jo. cap. 14 v. 27.

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