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ree 16 303 ‘ tierra hasta la consumacion de los siglos, siendo | é mo= numento perenne del reino visible de Cristo entre los _ hombres, y la prueba patente y sensible de la verdad de aquellas palabras que dijo Jesucristo 4 su amado Pedro, _ al constiluirlo piedra fundamental visible de la Iglesia que iba 4 fundar: las puertas del infierno no prevale- cerdn contra ella. Estoy hablando, entiéndase bien, de los bienes temporales del reino de Cristo, de los tesoros y riquezas materiales de la Iglesia Catélica, y de ellos vuelvo 4 afirmar que los tendra esta siempre, | haga lo que quiera la herejia, intente lo que” guste el r lismo; y los tendra, porque provienen: de un pr — indestructible que es la caridad, y de la constitucion invulnerable del reino de Cristo, en el cual el rey manda por amor, y por amor tambien se le obedece. Este rey inmortal, que eligié el nacer pobremente y vivir entre privaciones por nuestro amor, habia encar= gado a*todos, que diesen de lo que tenian, para que se les diese 4 ellos’ con devolucion buena medida y apreta- da, y remecida y colmada (1). Nada quiso él poseer pa- ra darnos ejemplo de humildad; pero no condené la pro- pied: ud, ni reprobé el buen uso de las riquezas, ni renun- cié tan absolutamente 4 los bienes temporales,, que no — quisiese tener lo que todo hombre tiene para poder vi- — vir, pues se hizo semejante 4 sus hermanos en todo, mé- nos en el pecado, como dice el Apéstol (2). Y en efecto iuvo lo que necesité para mantenerse ¢l y sus disctpulos: y ademis, dié 4 uno de estos el cargo de conservar. y expender en provecho de su reino naciente las limosnas que los fieles le daban, y acepté las generosas donacio— nes de santas y nobles mujeres, que le asistian de sus haciendas (3). Mas todavia: Jesucristo quiso que se des- (3) Lue. cap, 5. v. 38. 33 Hebr. cap. 2. ¥. 47. (3) Luc. cap. 8 vw 3.

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