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vee 15 sea ves la que da los cristianos fortaleza mayor para las »obras de Dios» (1). Yo os pregunto, mis amados oyentes, si esta fortaleza, que da al corazon del hombre el amor divino, puede faltar en el reino de Cristo, cuando esta ca- ridad, de la cual dice el Apostol, (2) que no busca las cosas propias, que tiene su complacencia en la verdad, lo sufre todo, lo espera todo, no ha de faltar jamés: este reino esté dividido por ahora en dos partes, una de las cuales triunfa con su rey en el cielo, miéntras la otra milita con su Virey en la tierra; pero en ambas partes es el amor el principio de cuanto se hace en ellas: alli engendra y eterniza los gozos y los triunfos, aqui produce el heroismo y la victoria, porque es uno mismo el rey que da allf la corona, y aqui la gracia. ‘ _ Pero entended que no hablo precisamente de los efec- ios puramente internos, que produce en el alma la ¢ari- dad de Dios; no de la permanencia de esta caridad, la cual, como dice Casiano (3), «no abandona jamés*é quien »la tiene, ni deja que entre en él la suplantacion del »pecado;» no de aquella que arde de ial manera en e] corazon del creyente, que lo acompaiia 4 los tribu- nales de los tiranos, y le da fuerza para confesar la fe de Cristo, aunque le esperen las fieras para devorarlo, los hornos encendidos para reducirlo 4 cenizas, 6 el ver- dugo feroz para descargar sobre su cuello el golpe de su cuchilla; ni tampoco hablo de ese amor que se apodera del corazon de la casta doncella, y la conduce 4 la so- ledad 4 ‘desposarse con Cristo, despreciando el amor y las riquezas de un esposo terrenal. Hablo de los efectos del amor del Rey del cielo y de su Madre, que se ma- nifiestan en ciertas y determinadas obras de religion y piedad, para cuya ejecucion se da 4 Cristo cuanto uno posee, 6 parte de ello. Y al hablar-de estos efectos, tengo que afirmar y afirmo de nuevo, que durarén en la ) Angent. in Sententi. n.° 295. 2) 4. Cor. paz 43. v. 5. 6. 7. ) Collat. cap. 7.

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